AMLO teme que Otis también pegue a Morena y agudice la división

Día Hábil

 

El mayor temor de Andrés Manuel López Obrador es perder puntos rumbo a las elecciones presidenciales de 2024.

Sabe perfectamente que Acapulco se le salió de las manos y que los guerrerenses están enojados y difícilmente le perdonarán a él y al gobierno de su protegida, Evelyn Salgado Pineda, hija de Félix Salgado Macedonio, no haber avisado del peligro que representaba el huracán Otis que, oficialmente, suma 49 muertos y 36 desaparecidos, hasta ahora.

Por supuesto nadie culpa a López o a Salgado de la fuerza destructora del meteoro, pero sí de no tomar las precauciones debidas y, sobre todo, de no advertir a los ciudadanos que si no se protegían o resguardaban corrían grave peligro.

Ese saldo mortal, que se incrementará todavía hasta que se remuevan los escombros exhibe la falta de preparación y experiencia de la gobernadora y su padre, que la manipula al estar frustrado porque él era el candidato y lo bajó el INE, además, por supuesto, de la improvisación del gobierno lopezobradorista.

Basta recordar cómo la mañana del martes, el ocupante de Palacio Nacional dedicó casi todo su stand up en el Salón Tesorería a mantener los ataques contra el Poder Judicial y su corrupción y ni un minuto a informar, a advertir, a alertar a los guerrerenses.

Y luego, el miércoles, cuando ya había pegado el colmo de la mediocridad fue decir que Guerrero estaba incomunicado y que no había forma de saber qué había pasado y conocer las consecuencias de la ineptitud de los gobiernos federal, estatal y municipal.

Sabe que de cómo resuelva este enorme problema dependerá su candidata, Claudia Sheinbaum Pardo, así como los nueve aspirantes en la Ciudad de México y en ocho estados donde se renovarán la jefatura de gobierno y las gubernaturas, respectivamente.

 

EL VACÍO A SHEINBAUM

Al ocupante de Palacio Nacional no se le olvida cómo la semana pasada, justo el día en que Otis llegaba a Guerrero, Sheinbaum no pudo llenar el estadio Azul de la Ciudad de los Deportes y tuvo que cancelar un encuentro con la militancia morenista, mientras el dirigente nacional, Mario Delgado, echaba fuego por los ojos y regañaba a Sebastián Ramírez, el ex vocero de la inminente candidata cuando era jefa de gobierno y hoy líder del partido en la capital del país.

La falta de quórum la atribuyen cercanos al proceso de selección de candidatos a la imposición de Omar García Harfuch, hijo de la actriz María Sorté y  Javier García Paniagua, extitular de la Dirección Federal de Seguridad, como abanderado en la CDMX.

Aseguran que los seguidores de Clara Brugada, la otra aspirante, boicotearon el evento. Basta recordar que la alcaldesa con licencia mueve a todos los sectores de Iztapalapa, donde gobernaba.

Por eso López Obrador está preocupado, porque de pronto se alteró el escenario que ya había diseñado.

Por eso la posposición una semana del anuncio de los candidatos en esas nueve entidades.

Ajustes en las encuestas, ha dicho Delgado, pero la realidad es que se alteró todo el panorama.

Argumentan respeto a las víctimas y a sus familiares, luego del paso de Otis. Falso: no quieren agitar más las aguas.

Más aún porque habrá inconformes.

Sobre todo, en esos estados en los que su lugar sea ocupado por una mujer, luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) aprobara la paridad de género, lo que obliga a los partidos a postular a cinco mujeres y a cuatro hombres.

La preocupación de Andrés Manuel hará que se vayan con los más populares, con los favoritos según las encuestas y no con los que quiere él.

En Puebla, por ejemplo, Alejandro Armenta tiene que ser el candidato porque arrasa en todas las encuestas.

No hay un estudio demoscópico en el que no esté en primer lugar, sobre todos los aspirantes.

En Chiapas, igual, Eduardo Ramírez, coordinador de los senadores de Morena, debería ser el abanderado.

 

PROHIBIR LA AYUDA CIVIL

López Obrador tiene tanto miedo que prohibió la entrega de ayuda de la sociedad civil, cuando históricamente ésta ha sido la que ha sacado a flote a los gobiernos en turno luego de que se ha producido una tragedia de este tamaño, como en los sismos de 1985 y 2017 o en huracanes como Wilma, en Cancún, Quintana Roo, en 2005 y Paulina, ahí mismo, en Acapulco, en 1997.

Ordenar al Ejército entregar toda la ayuda que esa sociedad civil y las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs) han llevado a la zona del desastre e impedir que éstas lo hagan “porque podría volverse una ayuda clientelar”, es uno más de los errores que ha cometido en este desafío.

Cinco días después del huracán, ayer por fin se autorizó a la sociedad civil la distribución y entrega de esos productos.

En lugar de ataques e imposiciones, López Obrador debería de abrir la puerta al diálogo, a la ayuda en equipo.

Pero no, porque eso significaría un caramelo para la oposición y que su gobierno sea visto como superado por el evento y por los integrantes de la oposición y, créame, eso no lo verán sus ojos, como dicen en los pueblos.

 

Vámonos:

Sin teléfono, sin internet, sin luz, sin alimentos.

No, no es Gaza.

Es Acapulco, Guerrero, a 330 kilómetros de la CDMX.

Así es el gobierno de cuarta, en el que el presidente ordenó cuatro días después al Ejército y a la Guardia Nacional evitar saqueos… cuando ya habían vaciado las tiendas.

¡Ah, y evitar asaltos a los civiles que se atrevan a llevar ayuda por cuenta propia!

Como la ayuda no llega, la gente cierra el paso a los voluntarios y les quita todo lo que llevan en su vehículo.

 

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