FRANCIA SERRANO
Desde su apertura en los años 70, la evolución económica de China ha sido un proceso dinámico y multifacético; en un lapso de cuarenta años (1978-2008) el país transitó de un modelo agrícola a una economía impulsada por el conocimiento, especialmente en las regiones costeras del país (Sangaralingam, 2012).
A lo largo de este proceso, entre 1997 y 1999, China mostró interés por la teoría de la sociedad postindustrial, impulsada por la traducción de obras extranjeras y diversos estudios que alimentaron este debate. En 1999, el artículo de Yang Fujia marcó un punto de inflexión en la discusión sobre la aplicabilidad de la economía del conocimiento en China entendida, grosso modo, como “una economía basada en la producción, distribución y uso del conocimiento y la información” (Borokh, 2001, p.4). El interés de autores chinos, influenciados por estudios internacionales, especialmente de estadounidenses como Fritz Machlup, y por informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (1996) y el Banco Mundial (1998/1999), dio lugar a la escuela y teoría china de la economía del conocimiento. Se destacó la idea de una oportunidad histórica (jiyu) para China, vista como una ocasión única para construir una estructura económica competitiva basada en las tecnologías de la información. Aunque también surgieron voces críticas, como la del Dr. Hu Yicheng, quien advirtió sobre las “utopías del conocimiento” (zhishi wutuobang) y la falta de un análisis adecuado de los riesgos de una transición tan rápida (Borokh, 2001).
El posicionamiento del conocimiento como la principal fuerza productiva, ha provocado en China una revalorización de la ciencia, la tecnología y el saber; elementos clave en el éxito de las economías asiáticas, según Stiglitz. La inversión en educación, investigación y desarrollo se consolidó como uno de los pilares de este nuevo modelo de crecimiento, donde la tecnología, especialmente la inteligencia artificial (IA), juega un papel protagónico. Según Chao Yang y Cui Huang (2022), la transición tecnológica de China en IA ha seguido una trayectoria evolutiva, marcada por cuatro momentos clave. Inicialmente, se estableció un marco regulatorio en las Zonas Económicas Especiales; posteriormente, la Iniciativa de la Franja y la Ruta aceleró el desarrollo de infraestructura digital y la interconexión global -en marzo de 2015, se introdujo el concepto de la Ruta de la Seda Digital-. El plan Made in China 2025 impulsó la integración de la IA en la industria, y finalmente, la formación de talento y la gobernanza. Ciudades como Shenzhen y Hangzhou ejemplifican la instrumentalización de esta estrategia, reflejando un cambio estructural hacia una economía más competitiva y basada en el conocimiento.
China ha trazado una ambiciosa hoja de ruta para consolidar su liderazgo tecnológico a nivel global. Con una inversión proyectada de 1,4 billones de dólares hasta 2025, centrada en tecnologías clave como el 5G y la IA (Chan, 2022, p.7), busca una soberanía digital y expandir su influencia geoeconómica. Iniciativas como la Ruta de la Seda Digital complementan esta visión, promoviendo inversiones en infraestructura digital, especialmente en cables submarinos. Empresas chinas, principalmente Huawei Marine Networks, están desafiando el dominio tradicional de empresas como SubCom (EE. UU.), NEC (Japón) y Alcatel Submarine Networks (Finlandia) que controlan más del 90% del mercado. Con una participación que oscila entre el 3% y el 10%, Huawei ha logrado instalar un cable submarino entre Camerún y Brasil, y hasta 2020 completó 98 proyectos en 70 países, instalando un total de 60,000 km de cables. La competencia por el control de los cables
submarinos, que transportan el 98% de los datos intercontinentales, se ha convertido en un punto central de la rivalidad geoeconómica, especialmente en la región Asia-Pacífico (Chan, 2022).
“Así como la economía industrial [desplazó] a la agraria hace 200 años, hoy en día la economía del conocimiento está [tomando el lugar] del modelo de desarrollo industrial” (Borokh, 2001, p.2). Si antes el progreso se medía por el ruido de las máquinas, hoy se mide por la velocidad de la información y los datos que circulan invisibles a través de las redes. Los semiconductores, microchips, datos, son activos estratégicos de la sociedad de la información, que reconfiguran nuestra realidad. Este giro hacia lo intangible abre un espacio para reflexionar sobre los desafíos inherentes a la digitalización: la seguridad de los datos, la diplomacia digital, la creciente hegemonía tecnológica y los impactos energéticos en el escenario internacional.
