Crisis ambiental fronteriza

Desde Las Fuentes

Arturo de las Fuentes

Los efectos del cambio climático son, como casi todos los fenómenos de las últimas décadas, de escala global. Y la frontera México – Estados Unidos no ha escapado a las afectaciones asociadas con este fenómeno: contaminación, sequías, inundaciones, erosión, entre otras más, cuyos efectos van más allá de los límites de ambos países y, en consecuencia, demandan estrategias compartidas para generar soluciones binacionales.

Uno de los fenómenos, cuyos efectos han crecido exponencialmente durante las últimas semanas, es la sequía, que se ha manifestado a través de la disminución del cauce de los ríos Bravo y Colorado, de la capacidad de las presas binacionales, así como el abastecimiento de agua hacia las poblaciones de ambos lados de la frontera, afectando con ello, actividades básicas, de producción y de servicios de la región.

Hablemos en primera instancia, de lo relativo a los ríos, de los cuales, el Río Bravo constituye el límite natural entre ambos países para casi la mitad de la línea fronteriza. Este río abastece de agua a millones de personas en los estados de Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y Tamaulipas del lado mexicano, y los estados de Colorado, Nuevo México y Texas, en territorio de Estados Unidos.

Llegó a constituir, en el siglo pasado, el quinto río más largo de América del Norte y el vigésimo más caudaloso del mundo; si bien se trata de un río no navegable, su caudal se ha visto severamente afectado por los efectos del cambio climático, disminuyendo considerablemente su capacidad, hasta llegar en algunos puntos, a cero.

La situación se agrava en estados como Tamaulipas, debido a la conjunción de otros procesos como el descenso en el nivel de las presas. La Presa Vicente Guerrero es especialmente preocupante, con solo el 8.7% de su capacidad, lo que amenaza el suministro de agua potable en Ciudad Victoria.

Del total de los 43 municipios tamaulipecos, 29 se encuentran en semáforo rojo, indicando una emergencia hídrica. Ciudades fronterizas como Reynosa, Nuevo Laredo, Matamoros, Tampico y Ciudad Victoria están entre las más afectadas, con restricciones severas en el suministro de agua que incluyen cortes en el servicio.

Pero este tema no es nuevo en la región. De hecho, desde hace algunos años Estados Unidos y México han estado luchando por garantizar el suministro de agua compartido, con base en el tratado de 1944 que rige las relaciones hídricas entre los dos vecinos. La Comisión Internacional de Límites y Aguas que estableció para administrar las cuencas de 450 mil millas cuadradas de Colorado y Río Grande lo ha hecho con destreza, pero sus esfuerzos son insuficientes ante un escenario cada vez más complejo.

Recordemos que desde el otoño de 2020, se tuvo una crisis hídrica en la región, después de años de crecientes tensiones y sequías sostenidas que pusieron en peligro los cultivos y el ganado tanto en Estados Unidos como en México.

Esto llevó a que en 2023 se anunciara que, por tercera vez desde la firma del Tratado de Aguas de 1944, se reducirían, de acuerdo con la CILA, las asignaciones de agua del Río Colorado a los cerca de 40 millones de usuarios de México y Estados Unidos que afectarían a la Cuenca Baja, que dota de agua a estados como Sonora y Baja California del lado mexicano, así como Arizona, California y Nevada en Estados Unidos.

El común denominador entre el Río Bravo, el Río Colorado y las presas binacionales: los aumentos de temperatura, que han impactado a la zona fronteriza y potenciando efectos de la sequía que, históricamente, no se habían mostrado en la región. 

Si bien los gobiernos locales han emitido alertas y han establecido servicios de emergencia, para atender los efectos de las olas de calor que han sido, en algunos espacios, desmedido y complejo de atender.

Hacer frente a la situación del clima extremo que atraviesa el norte del continente americano y específicamente la frontera México – Estados Unidos es un reto que demandará acciones de mitigación, adaptación y gestión de los recursos a través de proyectos que atiendan las claras señales del calentamiento global que han elevado las preocupaciones en otras regiones del planeta, así como las nuestras.

Finalmente, un papel fundamental lo jugarán las instituciones binacionales especializadas, como es la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza (COCEF/BECC) cuya misión es preservar, proteger y mejorar la salud humana y el medio ambiente de la región fronteriza México-EE. UU., fortaleciendo la cooperación entre las partes interesadas y apoyando proyectos de desarrollo sustentable.