Matamoros: posible eje del corredor intermodal

Opinión de las Fuentes

Arturo de las Fuentes

 

En espera de que sea aprobada por la Red de Transporte, la red combinada de Canadian Pacific Kansas City (CPKC) será uno de los corredores intermodales más sólidos de la región de América del Norte, toda vez que permitirá unir la costa oeste de México, con la costa este de los Estados Unidos de América.

El proyecto contempla ofrecer un servicio regular desde el puerto de Lázaro Cárdenas en nuestro país, hasta la zona de Chicago, en los Estados Unidos. La infraestructura se desarrollará en una sola línea, ofreciendo de esta manera, mínimos de tiempo en muelles, así como un cruce fronterizo fluido y sin problemas.

Respecto a este último punto, vale la pena señalar que, el corazón de este nuevo corredor intermodal será el puerto fronterizo de Laredo-Nuevo Laredo, y posiblemente Matamoros y Brownsville.

Respecto a esto, vale la pena voltear la mirada un poco hacia la historia de la frontera entre ambos países, toda vez que fue durante el siglo XIX que Matamoros se consolidó como uno de los puertos fronterizos más importantes de la región. En 1867, la finalización tanto de la guerra civil estadounidense como de la intervención francesa en México coincide con el momento cumbre del auge comercial del puerto fluvial de Matamoros y del vecino puerto marítimo de Bagdad, en el período conocido como “La Época de los Algodones”.

Durante este periodo, cerca del 40% del comercio entre ambos países (específicamente entre los estados sureños de Estados Unidos y la región norte de México) se llevaba a cabo por este puerto, consolidando a la región, como una de las primeras en desarrollar relaciones transfronterizas fundamentadas en el comercio y el intercambio de personas.

El freno que tuvo la región para continuar con su expansión no vino de las dinámicas transfronterizas, sino de los imponderables climáticos de la región. Ese mismo año, en octubre de 1867, los fenómenos naturales comenzaron a impactar la región, entre ellos, el huracán denominado Ferrocarril, que causó daños en gran parte de Matamoros, además de destruir el puerto Bagdad. Esto representó en sí mismo un freno para la región, ya que sólo el 50% de la población estaba en posibilidades para comenzar a trabajar en la reconstrucción.

Las décadas siguientes mantuvieron una dinámica similar: huracanes y fenómenos naturales redujeron a casi la mitad la población de Matamoros, y el servicio de barcos de cabotaje de la región se vio suspendido indefinidamente, generando con ello, otra terrible depresión económica a la ciudad.

Las primeras décadas del siglo XX se dedicaron a la reconstrucción de la región: se construyeron bordos de protección para evitar inundaciones, así como trabajos formales de planeación urbana, abriendo la oportunidad para la construcción de nuevos cruces y puentes internacionales, como el Puente B&M, y a partir de ese momento, poco a poco se ha ido posicionado como una nueva área de oportunidad para el intercambio bilateral y desarrollo regional. 

En la década de 1960, se instaló en Matamoros la primera maquiladora de la República, la Nielsen de México, mucho antes de que se autorizara este programa en toda la frontera (Romero & Calvario, 1990). Estas empresas importadoras de productos con materia prima local, exentos de pagos arancelarios, constituyó una alternativa para el desempleo y una oportunidad para los trabajadores mexicanos que regresaban de Estados Unidos al terminar el llamado “Programa Bracero”.

De esta manera, Matamoros comenzó a reconstruirse como un área de oportunidad en la región, y aunque durante las últimas décadas ha tenido que competir con los otros 57 cruces y puentes internacionales de la frontera México – Estados Unidos, ha mantenido un crecimiento moderado y constante que la abre la oportunidad en esta tercera década del siglo XXI, para consolidarse como lo que fue siglos atrás: una de las regiones más competitivas de la frontera entre ambos países, facilitando así, no sólo el intercambio comercial, sino promoviendo el desarrollo regional a través del fortalecimiento de los vínculos y dinámicas transfronterizas con Brownsville.

Finalmente, vale la pena señalar el valor de este sistema ferroviario integrado, que permitirá conectar los principales puertos de la costa estadounidense del Golfo, Atlántico y Pacífico con los principales mercados de ultramar, en el que, Nuevo Laredo y Matamoros vuelven a tomar una posición estratégica para la región de América del Norte.