Seguridad y desarrollo económico fronterizo

Desde las Fuentes

Arturo de las Fuentes

Durante las últimas décadas de la relación entre México y Estados Unidos, dos grandes ejes han sido las prioridades de la agenda bilateral: seguridad y desarrollo económico. Una agenda que, por cierto, es cada vez más compleja y multidimensional, y en la cual, estos dos grandes sectores, se han consolidado como una rama medular para garantizar el desarrollo compartido de ambas naciones.

 

En el marco del tratado de libre comercio, la frontera México – Estados Unidos se ha consolidado como una zona estratégica para garantizar la competitividad de la región, ya que por ella cruzan las mercancías, capitales y personas en el marco de un proceso de producción compartido regional. 

 

Lo complejidad para este espacio es que en él confluyen dos visiones: por un lado, en el tema de la seguridad, continúa siendo tratado como límite político y territorial, mientras que económicamente hablando, es una zona de dinámicas transfronterizas, binacionales e internacionales que superan por mucho, el simple concepto de frontera. 

 

En razón de esto, resulta prioritario identificar cómo se relacionan ambos conceptos y de qué manera, a través de acciones conjuntas, se garantiza el desarrollo binacional. Partamos de la idea que, ambas agendas actúan de manera interrelacionada en una relación directamente proporcional: a mayor seguridad, mayor eficiencia en los procesos compartidos por ambos países.

 

La agenda de seguridad en la frontera es multidimensional, ya que incluye temas que van desde la seguridad pública local, transfronteriza y binacional, que demanda cooperación y trabajo coordinado para garantizar un espacio seguro para ambas poblaciones y los procesos inherentes a ellas.

 

A partir de los atentados terroristas de septiembre de 2011 y durante las últimas décadas, la seguridad de la región se ha abordado desde un enfoque de corresponsabilidad, a través de mecanismos y estrategia de cooperación y coordinación de los problemas compartidos, agrupados en grandes ejes: el primero de ellos, y más importante para garantizar la calidad de vida de las poblaciones fronterizas, consiste en mejorar la seguridad pública, para garantizar la protección de los ciudadanos de ambos lados del límite territorial.

 

En un segundo nivel, y en donde se conjuntan seguridad y desarrollo económico, está garantizar la seguridad de los flujos de personas y bienes entre ambos países, otorgando facilidades para el comercio y cruces seguros, considerando que se trata de la frontera más ágil del sistema internacional, en la que cada día, alrededor de mil millones de dólares en comercio, y un millón de personas cruzan la frontera México-EE UU.

 

El tercer nivel, y más complicado de lograr, implica la generación de políticas compartidas y la inclusión de las comunidades fronterizas, considerando que el comercio transfronterizo contribuye enormemente a la vitalidad económica de ambos países. Para ello, se requiere trabajar con el sector privado para estimular la inversión en las personas, tecnología e infraestructura que forman la frontera de la visión de la frontera al siglo XXII.

 

Ambos países requieren cambios en las políticas para lograr procesos ágiles entre las agencias de cada país, al igual que un medio que permita la facilidad en la coordinación bilateral a través de instituciones binacionales que garantice esa visión de corresponsabilidad, pero sobre todo de trabajo colaborativo para garantizar el desarrollo compartido. 

 

Hoy más que nunca, debemos considerar estos elementos como la parte fundamental del funcionamiento fronterizo para garantizar finalmente un equilibrio entre las políticas de seguridad y a la vez mantener una agilidad de los cruces fronterizos entre México y Estados Unidos, propuesta que ha sido una de las prioridades de la política de seguridad fronteriza de este siglo XXI.