ABANICO/ Caldo de pollo contra las lágrimas.

Por Ivette Estrada

Conozco siete tipos de llanto. A lo largo de la vida vertí lágrimas por infinidad de razones y sin razones. Pero también sé que hay momentos en que experimentas dolor agudo, inesperado, avasallante en el que, literal, no puedes llorar.

Es un dolor que parte del centro del pecho y se extiende a toda la materialidad y las ideas. Resulta apabullante. Es un penar que involucra sentimientos, que se relaciona de manera muy fuerte con tus filias. Es el que aparece cuando te hiere alguien que amas.

Si: no puede racionalizarse ni explicarse. Es encontrarte repentinamente en un laberinto de auto reproches y dudas. Es preguntarte en qué erraste y si no hiciste lo suficiente.

Una causa común de ese dolor sin llanto son la ingratitud y las traiciones. Hieren igual que el filo del papel sobre la piel. Y en ningún caso lloras, no. Aunque la humillación haga tambalearte un tanto, por instinto de supervivencia tratas de escapar de mil maneras. Una común es recurrir al trabajo. Pero entonces te topas carentes de ideas.

¿Y si de plano sucumbes al llanto? No. No curará nada. Sólo dejará el odioso escozor en los ojos.

¿Qué hacer entonces? Cuidarte como lo harías con un desvalido.  Cerciorarte de que descansaste, que tienen zapatos cómodos, beber agua pura y cocinar para ti. Así se edifica la propia fuerza y se es capaz de continuar nuestra vida libre de sombras.

Sólo con el autocuidado puedes mirarte con amor y autocompasión. Sólo cuando has hecho algo por ti, que te recuerda como actuar con afecto y empatía, puedes discernir sobre lo que te afectó y perdonarte simplemente por ser tú, porque siempre subyace el reproche tautológico y obscuro de “¿por qué fui tan tonta?”

Ahora puedes responder: porque todo mundo da lo que es. Si eres un ser lleno de bonhomía y gratitud por la vida y seres que habitan en tu mundo, es natural que presentes un comportamiento amoroso y dulce hacia los otros. Después de todo: “el león cree que todos son de su condición” y “todos somos espejos”.

No te equivocaste. No debes arrepentirte de ayudar, comprender y amar. Todo lo que hacemos regresa a nuestra vida en formas no imaginadas. Todo el cuidado que se prodiga a otros vuelve de alguna forma a nosotros. Y algo más: de lo que pensamos y actuamos se edifica nuestra realidad. Si alguien no correspondió a nuestra bondad, debemos tener la certeza de que otros lo harán.

Mascullar incredulidad ante un comportamiento deleznable en otro es perder el tiempo. Nunca adivinarás sus motivaciones y razones. Escarbar en su realidad, sin embargo, puede hacer que caigas en una trampa: ser como ese personaje.

Una vez el discípulo le preguntó a un sabio:

_ ¿Acaso nunca podremos encontrar las razones que tuvo alguien para torturar y matar?

El sabio dijo:

_No. Porque si indagas sobre ello es posible que la sustancia de su corazón se adhiera al tuyo. Nunca reflexiones sobre el mal.

Entonces cociné para mí caldo de pollo. Es uno de los mejpres extermindaores de lágrimas que conozco.