Arturo de las Fuentes

Encuentros presidenciales fronterizos

 

 

México y Estados Unidos tienen una larga historia, de más de dos siglos, caracterizada por etapas de conflicto, cooperación, amistad y un intenso intercambio de mercancías, capitales y personas que involucra la interacción entre los gobiernos locales, estatales y federales para delinear una agenda compartida y de desafíos comunes.

 

A lo largo de estos siglos se han dado encuentros presidenciales, en momentos coyunturales de esta historia compartida, que han dejado una huella en la relación bilateral tanto por los temas atendidos, como los lugares en que se han llevado a cabo. Esta entrega reflexionará sobre algunos de estos encuentros icónicos que se llevaron a cabo durante el siglo XX en la frontera México – Estados Unidos, relevantes tanto por los temas, los intereses y el impacto para la región y la agenda bilateral.

 

El primer encuentro presidencial entre México y Estados Unidos se dio en el año 1909 con la entrevista entre Porfirio Díaz y William Taft, en un momento histórico en que, si bien Estados Unidos era el principal inversionista en nuestro país, enfrentaba un fuerte contrapeso de Europa, que se había consolidado como un socio importante. 

 

El principal objetivo del mandatario estadounidense era garantizar la seguridad de las inversiones de su país, a la par de ampliar la influencia estadounidense en el continente americano, comenzando con su principal socio y vecino geográfico.

 

La reunión se dio en varias sedes, siendo la primera de ellas en el territorio de El Chamizal, sujeto en aquel momento a arbitraje internacional por mutuo acuerdo. De así, se dirigieron a un almuerzo en El Paso, Texas, y posteriormente una cena que ofreció Porfirio Díaz en Ciudad Juárez, Chihuahua. 

 

El encuentro fue, como la zona en donde se llevó a cabo, un mosaico de contrastes, pues por un lado celebró la cercanía económica entre ambos países, a la vez que abrió importantes interrogantes sobre los verdaderos intereses estadounidenses. En términos generales, la reunión se celebró sin acuerdos, toda vez que el presidente Díaz se negó a firmar las peticiones del mandatario estadounidense que incluían: detener el proyecto del Istmo de Tehuantepec (que constituía una competencia al Canal de Panamá), la instalación de una base estadounidense en Baja California; la devaluación de la moneda mexicana; la compra de armamento estadounidense; la reclamación del apoyo mexicano en el caso Nicaragua; y finalmente, aunque no menos importante, la concesión de recursos a empresas estadounidense, en materia de extracción petrolera.

 

Al negarse a todas las peticiones hechas por el presidente Taft, Porfirio Díaz firmó su ruina, pues a partir de ese momento el gobierno estadounidense brindó su apoyo a Francisco I. Madero, abriendo paso de esta manera a la Revolución Mexicana.

 

El segundo encuentro presidencial entre mandatarios de ambas naciones se dio el 20 de abril de 1943 en la Ciudad de Monterrey, entre Manuel Ávila Camacho y Franklin Delano Roosevelt, en un momento histórico de conflicto internacional, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. 

 

En este contexto, México había encontrado en Estados Unidos un mercado seguro para sus productos, sin embargo, se enfrentaba una compleja situación: los monopolios estadounidenses habían fijado precios muy bajos, similares a los de la crisis de 1929, a pesar de que en el mercado internacional se habían elevado considerablemente, al igual que las exportaciones mexicanas hacia la nación norteamericana.

 

En medio de la presión social, este segundo encuentro fue icónico debido a dos razones: por un lado, todas las gestiones de la visita se mantuvieron en secreto, por razones de seguridad estadounidenses; se hizo público el encuentro hasta que el mandatario estadounidense arribó a suelo mexicano cruzando la frontera entre ambos países en tren a través de Laredo – Nuevo Laredo, para arribar a la Ciudad de Monterrey, en donde se le recibiría con un banquete.

 

Por otro lado, la visita se caracterizó por la búsqueda de un acuerdo bilateral en el que se garantizara un compromiso de equidad por parte de Estados Unidos a fin de importar, en condiciones justas, los insumos industriales y para el consumo que requería, en medio de la guerra. El discurso del mandatario estadounidense expresó, en todo momento, un Estados Unidos que perseguiría una relación más equitativa con su vecino, iniciando en ese momento, las negociaciones entre ambos países para construir una relación basada en la cooperación.

 

Otros encuentros icónicos en la frontera México – Estados Unidos, se dieron en el marco del proyecto de construcción de la Presa La Amistad, último proyecto del Tratado internacional de Aguas de 1944 para la construcción de almacenamiento en la corriente principal del río Bravo.

 

Este proyecto se instrumentó con la finalidad de contener el caudal de los ríos Pecos y Devil’s que ocasionan las avenidas más grandes del Bravo; su posición estratégica, al noreste de Ciudad Acuña permite mantener el control de avenidas y el almacenamiento para uso municipal, así como riego, generación de energía eléctrica y recreación, entre otros. 

 

Derivado de su importancia bilateral, el primer encuentro presidencial se dio el 23 de octubre de 1960 en Ciudad Acuña, entre Adolfo López Mateos de México y Dwight D. Eisenhower, para la firma del convenio de la construcción de la presa, la cual inició en agosto de 1963.

 

Por su parte, el 08 de septiembre de 1969 se dio un segundo encuentro presidencial entre los presidentes Gustavo Díaz Ordaz de México y Richard M. Nixon de los Estados Unidos, en el marco de la inauguración de la Presa, quienes se dieron un abrazo en el sitio de la línea divisoria internacional (centro de la cortina de la presa), simbolizando un compromiso de fraternidad entre los dos países.

 

Finalmente, como se ha podido observar, los encuentros presidenciales que se llevaron a cabo durante el siglo XX en la frontera México – Estados Unidos estuvieron caracterizados por la búsqueda de acuerdos, en medio de momentos coyunturales, de conflicto y cooperación, en los que se requería no sólo de estrategias, sino de acciones conjuntas lideradas por los mandatarios de ambos países. 

 

En este sentido, la frontera entre ambos países se delineó como un espacio estratégico, en el que no solo se le concibió como límite entre ambas naciones, sino como un espacio común para tomar decisiones coordinadas que hicieran frente a los desafíos compartidos. 

Hombres del Poder

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