La región fronteriza entre México y los Estados Unidos es el hogar de más de 15 millones de personas que habitan no sólo el límite territorial más dinámico del mundo, sino que comparten un espacio de recursos naturales, cuencas hidrográficas y cuencas atmosféricas que trascienden las fronteras políticas y que implican derechos y responsabilidades compartidas.
Entre estos recursos compartidos destacan 6 parques nacionales, 4 cuencas hidrográficas de alta prioridad y 4 ríos transfronterizos con cauce hacia los Estados Unidos. Estos recursos implican una obligada coordinación entre ambas naciones y entre todos los niveles de gobierno, a fin de atender las necesidades y hacer frente a los desafíos propios del cambio climático que impactan a la región.
Vale la pena señalar que la frontera entre México y Estados Unidos se ve afectada por diversos desastres naturales; la frontera seca es vulnerable a riesgos sísmicos, especialmente en ciudades como Mexicali, así como contaminación de agua y suelo; mientras que la frontera pluvial se ve afectada principalmente por fenómenos hidrometeorológicos como huracanes, inundaciones, tormentas y sequías, los cuales generan daños significativos en infraestructura, viviendas, agricultura y pérdidas humanas.
La cooperación en materia ambiental descansa en el Convenio de Cooperación para la Protección y Mejoramiento del Medio Ambiente en la Zona Fronteriza, mejor conocido como Acuerdo de la Paz, firmado en 1983 por los gobiernos de México y Estados Unidos en la Ciudad de La Paz, Baja California.
A partir de dicho Acuerdo, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) de México, y la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos, han implementado durante las últimas décadas programas binacionales para atender los retos emergentes en la región en materia medioambiental.
Entre estos programas binacionales creados, destaca el Programa Integral Ambiental Fronterizo de 1992, de carácter federal y enfocado en mejorar la regulación e incrementar la inversión en materia de infraestructura medioambiental. Si bien se tuvieron avances en ambas materias, con este Programa quedó de manifiesto la necesidad de incorporar otros órdenes de gobierno y otros actores para atender los desafíos emergentes en la materia.
En 1996 se instauró el Programa Frontera XXI, el cual incorporó más dependencias federales, así como los diez estados fronterizos, las tribus estadounidenses y la sociedad civil, a través de reuniones públicas en las que se identificaron las necesidades y prioridades locales. Para su implementación, se formaron grupos de trabajo que se encargaron de la implementación de diversas iniciativas en beneficio de las comunidades, manteniendo un carácter amplio el programa en su totalidad.
En 2003 se implementó el Programa Frontera 2012, como un ambicioso plan programado para una década, con metas y objetivos medibles con el apoyo de la sociedad civil. Se caracterizó por un enfoque de abajo hacia arriba, promoviendo constantemente la participación de todos los niveles, en la implementación de los programas desarrollados en materia medioambiental.
Por último, destacan los Programas Frontera 2020 y Frontera 2025 que, si bien mantienen el enfoque de abajo hacia arriba, se han caracterizado por abordar coordinadamente los retos medioambientales emergentes, tales como la creciente contaminación de agua y suelo, el tratamiento de desechos peligrosos, así como los desastres naturales, cuyos efectos han incrementado sustancialmente en la zona fronteriza, durante este siglo XXI.
La coordinación binacional para la preparación y respuesta a emergencias es fundamental en la región fronteriza. Los esfuerzos para atender estas emergencias incluyen capacitación, ejercicios conjuntos y equipamiento adecuado, los cuales han sido puestos a prueba por emergencias reales en las que se ha conseguido implementar una respuesta coordinada más eficiente a lo largo de la frontera México-Estados Unidos.
Los Equipos de Respuesta Conjunta (JRT, por sus siglas en inglés) apoyan estos esfuerzos y garantizan una notificación binacional oportuna de los incidentes, demostrando así que la mejor manera de atender estos desafíos es a través de una respuesta coordinada.
Finalmente, estas acciones y recursos han hecho que la región fronteriza sea más segura para las poblaciones de ambos países, y con el medio ambiente. La respuesta coordinada a las distintas emergencias (la última de ellas la inundación en Texas) refleja un esfuerzo conjunto entre organizaciones locales, estatales y binacionales, demostrando la solidaridad, cooperación y compromiso entre ambos países y entre todos los actores involucrados.