La relación México – Estados Unidos atraviesa por un momento complejo que involucra desde el proceso de integración que une a ambos países, pasando por la definición de las prioridades en las temáticas compartidas en la agenda, hasta llegar a las acciones unilaterales emprendidas por Estados Unidos para hacer frente a las problemáticas compartidas de la región.
Las estrategias y acciones, propuestas desde el ámbito federal, han repercutido de manera directa hacia el ámbito subnacional, específicamente en el sur estadounidense, en donde los estados fronterizos comienzan a establecer sus propias estrategias, impactando las dinámicas transfronterizas y obligando a los estados de la frontera norte de nuestro país, a buscar a establecer estrategias de cooperación para hacer frente a los retos que se están presentando en los distintos sectores.
Analicemos algunas de las acciones que se han establecido desde los diferentes niveles de gobierno, y su impacto en la zona fronteriza. La primera de ellas, anunciada de manera inmediata por el presidente estadounidense en su toma de protesta fue la securitización de la frontera, que se instrumentó con el envío de 1,500 militares a la frontera sur estadounidense, sumándose a los efectivos de la Guardia Nacional y la Reserva ya desplegados previamente. Entre sus tareas, se incluyó la instalación de alambre de púas, transporte, inteligencia y otras tareas operativas en colaboración con la Patrulla Fronteriza. La respuesta del gobierno mexicano fue el envío de 10 mil efectivos a la frontera del lado mexicano, primordialmente con el objetivo de realizar revisiones en los puentes internacionales.
El impacto para la zona fronteriza ha sido la ralentización de las dinámicas fronterizas en el cruce documentado de personas y mercancías que ha generado retrasos de varias horas para pasar al lado estadunidense. Con ello, se afectan otras dinámicas fronterizas que incluyen la educación, la dinámica laboral y por supuesto, las dinámicas familiares y de esparcimiento que se han visto restringidas por los tiempos y los procedimientos.
En materia de seguridad, los estados fronterizos comienzan a establecer sus propias acciones para frenar los grupos delictivos a partir de las estrategias federales; por ejemplo, Arizona dio a conocer recientemente la Operación Guardián del Desierto, con la cual buscará asociarse con las fuerzas del orden locales, los alguaciles y el gobierno federal para interrumpir las operaciones de las Organizaciones Criminales Transnacionales (TCO)en los condados fronterizos de Yuma, Pima, Santa Cruz y Cochise.
Para ello, se busca a trabajar de manera coordinada con la contraparte mexicana del estado de Sonora, a fin de fortalecer la cooperación en materia de seguridad, aprovechando la presencia de efectivos militares, y buscando acciones operativas conjuntas. En este segundo nivel, en donde se enfrenta la problemática de manera directa, se observa la necesidad de establecer cooperación transfronteriza para hacer frente a los desafíos en materia de seguridad.
En el nivel local por su parte, el impacto ha sido trascendental y contradictorio; por un lado, en términos de la migración indocumentada, y según datos del Instituto Nacional de Migración, desde el 20 de enero, cuando el presidente Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, han sido deportados unos 12.255 mexicanos y 3.344 extranjeros; por su parte, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés) informó en un comunicado que el pasado 22 de febrero las autoridades detuvieron únicamente a 200 personas en la frontera sur, siendo el menor número de detenciones en un solo día en más de 15 años.
Pese a lo anterior, y a que los estados fronterizos comienzan a vivir una disminución de migrantes indocumentados en los albergues y en la zona en general, los efectos de la securitización de la frontera, ha ralentizado todas las dinámicas y complejizado las dinámicas transfronterizas, generando largas filas, puntos de inspección congestionados, y menor interacción entre las poblaciones de ambos lados de la frontera.
Esto pone de ,manifiesto que cada decisión que se tome va a tener repercusiones en la frontera, por lo que será necesario poner especial atención en la zona que, como se ha mencionado en otras entregas, se trata de un espacio estratégico no sólo en términos de los flujos de mercancías, capitales y personas, sino como área receptora de la mayor parte de las decisiones que se toman desde los ámbitos local, estatal, regional y federal. Por tal razón, es el espacio en el que se verán las repercusiones de las decisiones que se están tomando entre México y Estados Unidos, y en la que se requerirá planes de acción específicos que contemplen no sólo la zona de flujos, sino dinámicas de las poblaciones de ambos lados de la frontera.