Respeto a nuestro entorno, nuevo reto

Jesús Maqueda Salinas

El Péndulo de la Política

Por Jesús Maqueda Salinas

El encierro que nos impuso la pandemia en los años recientes fue una oportunidad de aprender y desaprender. Aprendimos maneras más efectivas para cuidar nuestra salud física y la de quienes conforman nuestro entorno, sin embargo, vimos minada nuestra salud mental ante el aislamiento, ya que algunas personas tienen que lidiar con los llamados efectos colaterales del Covid.

Sin embargo, en el país y en el resto del mundo se abrió una experiencia nueva; los entornos naturales que comúnmente reciben la visita de personas fueron “redescubiertos” por la fauna endémica, es decir, los animales propios de un ecosistema hicieron nuevamente presencia física en bosques, playas, desiertos y hasta en las zonas urbanas.

Aún no se anunciaba formalmente el fin del aislamiento, cuando a través de medios de comunicación y redes sociales conocimos cómo en Europa, al igual que en los bosques del norte de México, los osos nativos se acercaron inusualmente a los núcleos poblacionales humanos (existen muchas fotos de los encuentros), algunos peces llegaron a las playas del Pacifico luego de años de evitar los lugares contaminados ante una nueva oportunidad con las personas en sus casas.

Específicamente en Hidalgo, vimos cómo paulatinamente se hicieron frecuentes los avistamientos de pumas en los lugares serranos del Valle del Mezquital y la zona montañosa de Tlanchinol, lo que sin duda es resultado de una mayor presencia de las especies con las que se alimentan estos grandes felinos, declarados en peligro de extinción en algunos lugares.

Casi todas las semanas leemos o escuchamos la recomendación de alguna autoridad o ciudadanos interesado en el tema para no agredir a la fauna que eventualmente encontramos en los centros urbanos, como los tlacuaches y cacomixtles entre otros, para que no los agredamos, pues lejos de representar un peligro para las personas, su presencia mantiene bajo control a algunas especies nocivas.

En el caso de los pumas, resulta sencillo pensar que la presencia de estos cazadores pone en riesgo al ganado de los hidalguenses residentes de esos lugares, pero además de que se ha comprobado que difícilmente un puma enfrenta a una persona, se han dado a conocer los procedimientos de apoyo para que quienes sufren esas pérdidas sean compensadas económicamente, pues ya se tienen noticias de la forma en que han sido sacrificados algunos de ellos.
El llamado por parte de las autoridades federales y estatales es claro; no debemos agredir, menos atentar contra la vida de estos hermosos ejemplares, pues además constituye un delito. Aquí lo medular del caso es hacer consciencia para contribuir a este inesperado resurgimiento de especies que por mucho tiempo desaparecieron del entorno hidalguense. Tenemos la obligación de aprender a respetarlos y a compartir el entorno.

Es, sin duda, una oportunidad regalada, la posibilidad de restituir un poco de lo que hemos arrebatado a la naturaleza por décadas, siglos quizá. El enraizar esta posibilidad justo cuando la transformación toca las puertas de los hidalguenses es única; el gobernador Julio Menchaca Salazar lo sabe pero requiere del apoyo de su pueblo para alcanzar también ese cometido.

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